He estado pensando sobre cómo empezar esta entrada. Al final he decidido que lo mejor es empezar por el principio, por ese momento en el que todo comenzó a cambiar y ya no había marcha atrás. Es muy posible que todo no suene con la frescura de ese momento, tan pasional y tan crítico. Pero es ahora cuando lo escribo, y algunas cosas ya no son tan fuertes como en esos meses. Veamos, ¿por dónde comienzo exactamente?
¡Anda! Suena un avión. Tiene que ser una señal, así que empezaré por aquí. El cambio en mí ya había comenzado mucho antes de que cogiese un avión, es más, yo diría que cuando empecé a escribir este blog ya tenía todo dentro de mí que parecía gritar "¡adelante!". Sin embargo fue aquel viaje a Grecia en abril y el regreso a España en el que se hizo patente que ya no era la de antes; algo en mí había cambiado, aunque no sepa explicarlo ni entonces ni ahora. Es solo que cambié. Y no únicamente lo noté yo. Todos a mi alrededor parecían haberse dado cuenta.
No voy a hablar sobre lo maravillosa que es la Antigua Grecia y lo decadente que me pareció la actual. Para llegar a hablar de esas ideas antes necesito liberarme de estas.
La realidad es que en este país fue donde descubrí muchísimas cosas. Entendí que el interés es algo que se aprende desde pequeño y que muchas personas no lo consideran algo malo, sino que es una forma de vivir en el mundo. Y también entendí lo que es sentirse decepcionado y sentirse invisible. Sinceramente, en aquel momento no sabía lo que había hecho mal, porqué algunas personas sentían una gran indiferencia hacia mi. Después lo supe; supongo que no tener las mismas ideas (espera... ¿Es que saben lo que es pensar?) significaba que yo no era lo suficientemente "guay" como para estar con ellos. Pero no fueron sólo este tipo de cosas las que descubrí. También entendí lo que era un amigo. Cómo los amigos siempre están allí cuando les necesitas. Puede que suene muy pasteloso o que sea un tópico, pero es verdad. En esos momentos en los que me sentí realmente destrozada, mis amigos encontraron un pegamento muy potente para recomponerme (¿por qué no se me habrá ocurrido preguntarles cual cuando tenía que hacer maquetas?).
No sé si llamar a este periodo ruptura o transición. En la ruptura se olvida de todo lo anterior, se comienza desde cero. En una transición se conservan aún cosas del pasado... Creo que la ruptura con mi vida anterior llegaría más tarde, en diciembre, pero no me voy a adelantar. Esto es solo un periodo de transición hacia algo que empezaba a ser yo de verdad.
Pasaron los días y creo que día tras día se sucedían las mismas cosas. Siempre igual, la misma rutina, la misma gente... Muchas ganas de terminar bachillerato y llegar a la universidad.
Bueno, creo que en mayo pasé días muy estresantes (ahora mismo no puedo decir los más estresantes de mi vida, pero lo hubiese escrito en su momento). Eran los examenes finales. Y claro, yo estaba convencidísima (¿en serio estaba convencidísima? JA!) de que quería entrar en Arquitectura. El caso es que necesitaba mucha nota... Y lo conseguí. Y llegó la graduación.
Es importante el hecho de que el día antes de la graduación conocí a una personita muy importante en mi vida, lo mejor que tengo. Pero eso yo no lo sabía. Así que me limité a ganarle al poker sin yo saber jugar.
El siguiente paso es selectivdad. Pff... De nuevo el estrés, estudiar, memorizar, el esto no me sale, esto se me olvida, dibujo técnico me lo estudio la noche antes, el no dormir, Carlos Edmundo después de nueve meses... Casi nada. Y además me entretenía hablando con Albita y el Señor Jorge Manuel (su nombre por aquel entonces, días después sería Lolo), insultándonos, indignándonos, riéndonos y escuchando canciones que de repente aparecían en tu cabeza en mitad del examen de física de las PAU. Qué divertido. ¡Y terminamos selectividad! Ni que decir tiene que pensaba tener el verano de mi vida.
Creo que más o menos también lo conseguí. Sobre todo gracias a Jorgito. ¿Qué puedo decir de él? Son tantas cosas a partir de aquel 28 de junio... Sé que con él desaparecieron todas mis dudas, mis interrogantes, mis preocupaciones por todo lo que había descubierto en Grecia. Era yo. Estaba completa. De lo único que estoy realmente segura es de que le amo.
Y el verano fue pasando. Cuando estuve fuera de Madrid no había día que no le echase de menos. Pero los días poco a poco se fueron acortanto y pronto llegó la universidad.
Aaah, se me ha olvidado decir que conseguí mucha nota en selectividad y entre en Arquitectura con muchas ganas, sintiéndome ya toda una arquitecta. Debo decir, que algunas cosas me molestaron al principio, cuando estaba tan ilusionada, como:
- Recibí una carta del director diciendo que era una carrera muy dura y que debía trabajar mucho para conseguirla.
- Tenía deberes que hacer en verano de arquitectura. (Sí, ninguno de mis amigos tuvo deberes de sus respectivas facultades ¬¬)
- Un horario interminable. Nadie me avisó de que además de las 6 horas diarias de clase, sin interrupciones ni para ir al baño o tomarte un café, y de las 2 horas de camino de universidad (ida y vuelta), tendría que quedarme además por las tardes (sin comer nada en todo el dia muchas veces) para hacer ejercicios que a los profesores les gustaba no explicar.
- El punto anterior era mucho peor cada jueves. Hora de salida de mi casa: 7:30. Hora de llegada a mi casa: 23:40.
- Adicción al café. No dormía. Lo normal era 3 horas al día. En una semana llegué a dormir 5 horas. El café pronto dejó de hacerme efecto.
- Profesores que te tratan como una mierdecilla. Sí. Destroza-maquetas. Mundos de Yupi en los que sólo ellos saben lo que tienen que hacer sus alumnos. No tengo nada más que decir.
- Arresto domiciliario. Trabajo, estudio. Libros de 500 paginas y trabajo para el día siguiente además de la maqueta y los planos.
- Lágrimas.
Entonces dije basta. Ya no podía más. Y dejé la carrera de arquitectura.
Cuando tomé la decisión me sentí libre. Había roto unas cadenas que me unían al pasado. Es verdad que había luchado mucho para llegar hasta Arquitectura. Se que en realidad en todos estos años solo he estado intentando demostrarme que puedo conseguir todo lo que me proponga, todo lo que me guste o lo que quiera. Hoy estoy estoy convencida de ello. No es que me hubiese gustado desde siempre la arquitectura, es que quería demostrar que podía con ella, que no iba a desperdiciar mi nota. Mal. Gran fallo. No desperdiciaba mi nota, desperdiciaba mi vida.
Me acuerdo cuando rellené los formularios para pedir plaza para las universidades. Dudé si apuntar Historia o no. Al final no lo hice.
Me acuerdo cuando entré a hacer el examen de dibujo técnico de PAU, el último de todos. Completamente agotada, entré convencida de que iba a estudiar Historia, lo que realmente me gustaba.
¿Por qué cambié de nuevo mi elección en los formularios? Había sacado un 10 en dibujo técnico. Tenía que estudiar Arquitectura.
Fue en diciembre cuando dejé la carrera. Fue en diciembre cuando finalmente se produjo la ruptura entre mi yo actual y mi yo del pasado. En ese momento supe quien era perfectamente. Dije adiós a mi antigua vida.
Ahora aquí estoy, aprendiendo de nuevo Historia en el instituto, así como Arte y Geografía. Muy motivada con inglés este año, ya que (independientemente de los exámenes de junio) sé que estoy aprendiendo mucho. Tengo muchas ganas de ir la universidad; esta vez a la facultad de Historia. Y lo mejor, con el apoyo de Jorgito. Espero poder devolverle todo lo que él hace por mi.


