No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana, y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... Son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos.

El club de los poetas muertos

miércoles, 14 de marzo de 2012

Adiós

Curioso. Vuelvo a abrir este blog, hoy me apetece escribir algo, hablar. Pero el título de la entrada es "Adiós". Sí, ¿y qué? Creo que fue en la primera entrada del blog cuando hablé de la finalidad del mismo. No me he olvidado de él. En realidad, no me he olvidado de nada. Solo que se dieron en mi vida una serie de circunstancias en las que tenía mucho que decir pero poco tiempo para contar. Conclusión: hace más de un año que no escribo aquí.
He estado pensando sobre cómo empezar esta entrada. Al final he decidido que lo mejor es empezar por el principio, por ese momento en el que todo comenzó a cambiar y ya no había marcha atrás. Es muy posible que todo no suene con la frescura de ese momento, tan pasional y tan crítico. Pero es ahora cuando lo escribo, y algunas cosas ya no son tan fuertes como en esos meses. Veamos, ¿por dónde comienzo exactamente?
¡Anda! Suena un avión. Tiene que ser una señal, así que empezaré por aquí. El cambio en mí ya había comenzado mucho antes de que cogiese un avión, es más, yo diría que cuando empecé a escribir este blog ya tenía todo dentro de mí que parecía gritar "¡adelante!". Sin embargo fue aquel viaje a Grecia en abril y el regreso a España en el que se hizo patente que ya no era la de antes; algo en mí había cambiado, aunque no sepa explicarlo ni entonces ni ahora. Es solo que cambié. Y no únicamente lo noté yo. Todos a mi alrededor parecían haberse dado cuenta.
No voy a hablar sobre lo maravillosa que es la Antigua Grecia y lo decadente que me pareció la actual. Para llegar a hablar de esas ideas antes necesito liberarme de estas.
La realidad es que en este país fue donde descubrí muchísimas cosas. Entendí que el interés es algo que se aprende desde pequeño y que muchas personas no lo consideran algo malo, sino que es una forma de vivir en el mundo. Y también entendí lo que es sentirse decepcionado y sentirse invisible. Sinceramente, en aquel momento no sabía lo que había hecho mal, porqué algunas personas sentían una gran indiferencia hacia mi. Después lo supe; supongo que no tener las mismas ideas (espera... ¿Es que saben lo que es pensar?) significaba que yo no era lo suficientemente "guay" como para estar con ellos. Pero no fueron sólo este tipo de cosas las que descubrí. También entendí lo que era un amigo. Cómo los amigos siempre están allí cuando les necesitas. Puede que suene muy pasteloso o que sea un tópico, pero es verdad. En esos momentos en los que me sentí realmente destrozada, mis amigos encontraron un pegamento muy potente para recomponerme (¿por qué no se me habrá ocurrido preguntarles cual cuando tenía que hacer maquetas?).
No sé si llamar a este periodo ruptura o transición. En la ruptura se olvida de todo lo anterior, se comienza desde cero. En una transición se conservan aún cosas del pasado... Creo que la ruptura con mi vida anterior llegaría más tarde, en diciembre, pero no me voy a adelantar. Esto es solo un periodo de transición hacia algo que empezaba a ser yo de verdad.
Pasaron los días y creo que día tras día se sucedían las mismas cosas. Siempre igual, la misma rutina, la misma gente... Muchas ganas de terminar bachillerato y llegar a la universidad.
Bueno, creo que en mayo pasé días muy estresantes (ahora mismo no puedo decir los más estresantes de mi vida, pero lo hubiese escrito en su momento). Eran los examenes finales. Y claro, yo estaba convencidísima (¿en serio estaba convencidísima? JA!) de que quería entrar en Arquitectura. El caso es que necesitaba mucha nota... Y lo conseguí. Y llegó la graduación.
Es importante el hecho de que el día antes de la graduación conocí a una personita muy importante en mi vida, lo mejor que tengo. Pero eso yo no lo sabía. Así que me limité a ganarle al poker sin yo saber jugar.
El siguiente paso es selectivdad. Pff... De nuevo el estrés, estudiar, memorizar, el esto no me sale, esto se me olvida, dibujo técnico me lo estudio la noche antes, el no dormir, Carlos Edmundo después de nueve meses... Casi nada. Y además me entretenía hablando con Albita y el Señor Jorge Manuel (su nombre por aquel entonces, días después sería Lolo), insultándonos, indignándonos, riéndonos y escuchando canciones que de repente aparecían en tu cabeza en mitad del examen de física de las PAU. Qué divertido. ¡Y terminamos selectividad! Ni que decir tiene que pensaba tener el verano de mi vida.
Creo que más o menos también lo conseguí. Sobre todo gracias a Jorgito. ¿Qué puedo decir de él? Son tantas cosas a partir de aquel 28 de junio... Sé que con él desaparecieron todas mis dudas, mis interrogantes, mis preocupaciones por todo lo que había descubierto en Grecia. Era yo. Estaba completa. De lo único que estoy realmente segura es de que le amo.
Y el verano fue pasando. Cuando estuve fuera de Madrid no había día que no le echase de menos. Pero los días poco a poco se fueron acortanto y pronto llegó la universidad.
Aaah, se me ha olvidado decir que conseguí mucha nota en selectividad y entre en Arquitectura con muchas ganas, sintiéndome ya toda una arquitecta. Debo decir, que algunas cosas me molestaron al principio, cuando estaba tan ilusionada, como:
  1. Recibí una carta del director diciendo que era una carrera muy dura y que debía trabajar mucho para conseguirla.
  2. Tenía deberes que hacer en verano de arquitectura. (Sí, ninguno de mis amigos tuvo deberes de sus respectivas facultades ¬¬)
  3. Un horario interminable. Nadie me avisó de que además de las 6 horas diarias de clase, sin interrupciones ni para ir al baño o tomarte un café, y de las 2 horas de camino de universidad (ida y vuelta), tendría que quedarme además por las tardes (sin comer nada en todo el dia muchas veces) para hacer ejercicios que a los profesores les gustaba no explicar.
  4. El punto anterior era mucho peor cada jueves. Hora de salida de mi casa: 7:30. Hora de llegada a mi casa: 23:40.
  5. Adicción al café. No dormía. Lo normal era 3 horas al día. En una semana llegué a dormir 5 horas. El café pronto dejó de hacerme efecto. 
  6. Profesores que te tratan como una mierdecilla. Sí. Destroza-maquetas. Mundos de Yupi en los que sólo ellos saben lo que tienen que hacer sus alumnos. No tengo nada más que decir. 
  7. Arresto domiciliario. Trabajo, estudio. Libros de 500 paginas y trabajo para el día siguiente además de la maqueta y los planos.
  8. Lágrimas.
Esta lista podría ser mucho más larga, porque de hecho lo es. Sin embargo creo que esta entrada ya esta siendo lo suficientemente larga como para añadir más. Creo que está bastante claro el nivel de estrés que llevaba estaba pudiendo conmigo. La ojeras del mes de diciembre y las pocas fuerzas tanto psíquicas como físicas que tenía lo dejaban patente. 
Entonces dije basta. Ya no podía más. Y dejé la carrera de arquitectura.
Cuando tomé la decisión me sentí libre. Había roto unas cadenas que me unían al pasado. Es verdad que había luchado mucho para llegar hasta Arquitectura. Se que en realidad en todos estos años solo he estado intentando demostrarme que puedo conseguir todo lo que me proponga, todo lo que me guste o lo que quiera. Hoy estoy estoy convencida de ello. No es que me hubiese gustado desde siempre la arquitectura, es que quería demostrar que podía con ella, que no iba a desperdiciar mi nota. Mal. Gran fallo. No desperdiciaba mi nota, desperdiciaba mi vida.
Me acuerdo cuando rellené los formularios para pedir plaza para las universidades. Dudé si apuntar Historia o no. Al final no lo hice.
Me acuerdo cuando entré a hacer el examen de dibujo técnico de PAU, el último de todos. Completamente agotada, entré convencida de que iba a estudiar Historia, lo que realmente me gustaba.
¿Por qué cambié de nuevo mi elección en los formularios? Había sacado un 10 en dibujo técnico. Tenía que estudiar Arquitectura.
Fue en diciembre cuando dejé la carrera. Fue en diciembre cuando finalmente se produjo la ruptura entre mi yo actual y mi yo del pasado. En ese momento supe quien era perfectamente. Dije adiós a mi antigua vida.


Ahora aquí estoy, aprendiendo de nuevo Historia en el instituto, así como Arte y Geografía. Muy motivada con inglés este año, ya que (independientemente de los exámenes de junio) sé que estoy aprendiendo mucho. Tengo muchas ganas de ir la universidad; esta vez a la facultad de Historia. Y lo mejor, con el apoyo de Jorgito. Espero poder devolverle todo lo que él hace por mi.

domingo, 13 de marzo de 2011

Aquella noche tormentosa

Aquella tarde había decidido salir a pasear. Poco importaba que fuese sóla o que a los cinco minutos de salir de casa hubiese empezado a llover. Ni siquiera había cogido un paraguas. Su atuendo era como el de cualquier otro día, la primera camiseta encontrada en el armario y unos vaqueros; sin embargo, aquel día, en el último momento tras haberse puesto su abrigo, se había calzado unos tacones. Quería escuchar sus propios pasos. Se había maquillado, una fina línea en los ojos y algo de rímel, pintalabios rojo y un poco de color en sus mejillas. Quería sentir que por su cara seguía corriendo sangre, seguía viva.
Clak. Clak. Clak. Clak. Sus pasos eran firmes, aunque a veces parecía a punto de derrumbarse, pero volvía a mirar al cielo y seguía caminando.
La lluvía empezaba a caer cada vez más fuerte. Ella no quería volver a su casa, a su prisión de soledad. Estaba en una calle llena de edificios iguales, de base cuadrada y formas angulares. Podría haberse resguardado de la tormenta en uno de los soportales, pero eligió quedarse sentada en un banco. Qué monótono era todo, pensó. Qué deprimente y qué aburrido. Nadie sale en los días de lluvia. Poco importaría que ahora hiciese algo extraño, estúpido, algo que no haría delante de gente. Nadie lo iba a ver. Sonrió ante esta perspectiva.
A estas alturas, la noche había llegado a la ciudad y su ropa estaba empapada, los zapatos llenos de barro, su pelo castaño se había rizado completamente, el rímel se había corrido y únicamente sus labios rojos seguían intactos, impunes al aguacero.
Se levantó del banco y comenzó a  desabrocharse los botones de su abrigo...

***

Escribía un poema para una chica. Una chica que no le quería, hablaban a veces y quedaban juntos, pero nada más. Ni siquiera podía decir que eran amigos.
No recordaba ya el número de versos que había anotado en aquella libreta. Y todo para que ella no los leyese nunca.
Hacía unas horas había comenzado a llover. Pensó que este tiempo iba con su estado de ánimo. Tal vez fuera un poco masoquista, pero quería oír la lluvia y sentirla esa noche. Se puso su cazadora de cuero y bajó corriendo las escaleras. Probablemente en la calle no habría nadie; nadie estaba tan loco como para estar fuera de sus casas con la tormenta (sí, eso había sido un trueno); pensaba que sólo él estaba por encima de ese racionalismo absurdo. Y mientras la imagen de la chica que le gustaba iba desapareciendo de su mente; intuía que algo nuevo, fuera de lo común, iba a sucederle.

Cuando abrió la puerta del portal se quedó fascinado.
Había una chica en la calle (aún estando diluviando). La chica se había deshecho de su abrigo y bailaba descalza con unos tacones en las manos. Tenía los ojos cerrados; no le había visto todavía.
Se acercó poco a poco a donde estaba ella y, cerrando los ojos, comenzó a bailar también. Era una danza inquietante, llena de movimientos extraños y delirantes, en la que ambos se habían sincronizado a la perfección.

La chica había notado en un momento como si alguien bailase con ella. Pero no era posible con aquella lluvia. Así que apretó los ojos más fuerte y continuó bailando. Le gustaba la sensación de no estar sola. Quiso simular que danzaba con alguien y, tirando los tacones al suelo, alzó las manos.

Un ruido cercano, distinto a los relámpagos, le había sacado de su ensimismamiento. Abrió los ojos y pudo ver como ella había tirado sus zapatos al suelo y entregaba sus manos a alguien. ¿A él? ¿Ella se había dado cuenta de su presencia? Se aproximó a la chica y pudo ver su cara. Era bella, pese al rimel corrido. Su pelo alborotado tenía una gracia inusual y sus labios, rojos, estaban torcidos en una traviesa sonrisa. Se había enamorado. ¿Cómo podía haber estado escribiendo poesías aquella tarde a una chica a la que realmente no quería? Era a ella, a esa loca que bailaba bajo la lluvia descalza, a la que amaba. Era increíble.
Tímidamente, posó sus manos sobre las suyas y bailó con ella al son de la lluvia.

La chica abrió los ojos. Sí, era él. No le conocía, no le había visto antes, pero era él. Sus grandes ojos negros estaban mirándola a ella y brillaban de emoción; una sonrisa iluminaba su cara cuando le correspondió a sus pasos de baile.

Él miró a sus ojos almendrados detenidamente; parecían decirle que ella también sentía lo mismo. Si la besaba, ¿le rechazaría?

Entonces, como si ella estuviese hechizada acercó sus labios a su rostro. Fue deslizándose desde su cuello hasta la barbilla dulcemente.

Se le había adelantado. Aquella chica le estaba besando. Sonrió para sus adentros. Cuando vio que sus labios casi estaban tocándose, la detuvo.

La cara de la chica cambió, por un momento parecía que ella no comprendía por qué hacia eso. ¿Se había equivocado?

Él notó las dudas en sus pupilas y quiso sacarla de su error. Cogió su rostro entre sus manos y acercó su boca al oido.

- ¿Sabes? Nunca antes te había visto, pero es como si ya te conociera.
- Creo... -comenzó a decir ella, sin poder evitar reir-. Creo que me estoy enamorado.
- Te quiero.

Y, sin darle tiempo a que ella dijese nada más, la besó en los labios. Fue un beso largo, tierno, salvaje, corto, valiente y tímido. Era todo eso que ellos habían buscado y jamás habían encontrado. Hasta aquella noche tormentosa.

jueves, 24 de febrero de 2011

Desastre y Libertad

Desastre. No tengo otra palabra para definir esta semana. Tres exámenes. Muchas horas de estudio. Arresto domicialiario voluntario. Y de nuevo, la pregunta es ¿para qué? Es como si hubiese tenido los libros cerrados y me hubiese concentrado en mirar fijamente el dibujo de la portada. Llega el examen y los nervios están ahi, cada vez haciéndose más patentes. Intento respirar y relajarme. Hago el primer ejercicio. Bien, pero... No estoy segura de lo que he hecho. Hago el siguiente y... Bloqueo. 5 ejercicios y sólo puedo hacer dos. En un examen me quedo en blanco, en otro no sé cómo llegar a lo que me piden y en otro no sé qué me piden.
En fin, supongo que mi estado de ánimo ha ayudado a esto. Estoy bastante depresiva últimamente. Necesitaba que alguien me escuchase. Gracias a aquellos que lo habéis hecho, de verdad; me hubiese echado a llorar si no me hubieséis ayudado.
Y sí, es que sigo con mis dudas. Me saturo. De momento, sigo con la idea de hacer arquitectura, y si no consiguiese la nota, creo que haré Bellas Artes. Y quién sabe, si me quedase alguna asignatura este curso, pues me matricularía el año que viene de esas y ya está... Sin agobios. Eso es lo que voy a intentar. Así que cuando me digan he suspendido los examenes, espero que no se me caiga el mundo encima.

Por otra parte, estos días sí he visto algunas noticias. He tenido poco tiempo, pero con lo que he visto ha servido para indignarme bastante.
Mi profesor de lengua, J.A. Expósito (que, por cierto, escribió el pasado sábado un artículo sobre Juan Ramón Jiménez en El País y hoy ha salido en TVE hablado sobre su libro inédito Arte Menor -razón por la que hoy no ha venido a clase), nos contó que después de la Guerra Civil, el tetro que se desarrolló en España fue sobre todo comercial, en función de las clases adineradas que podian acudir al teatro. Además, la férrea censura de la época evitaba que los escritores se expresasen con libertad. Sin embargo, algunos dramaturgos sí conseguieron burlar a esta censura. Ellos fueron Buero Vallejo y Alfonso Sastre.
Buero Vallejo utilizaba símbolos, como la ceguera, en sus personajes con los que denunciaba la realidad que se vivía en España. Sastre, en cambio, se enfrentó abiertamente contra el Régimen franquista, por lo que ingresó en prisión en varias ocasiones.
Pero, ¿qué es mejor? ¿Un autor que diga abiertamente sus ideas o un autor que las camufla con un lenguaje mucho más sutil? A primera vista, parece que alguien que dice explícitamente lo que piensa es mejor, pero en un país en el que cualquier palabra puede ser usada en tu contra hay que medir cada frase.
En la actualidad se está dando. Gobiernos corruptos que no dejan mostrar qué ocurre en las calles. Creo que estos casos más vale un escritor precavido, que sea capaz de expresar sus pensamientos con símbolos, que un escritor que puede ser encarcelado y silenciado para siempre. ¿De qué servíría si nadie podría enterarse de lo ocurrido?
No es difícil saber de lo que estoy hablando. Túnez, Egipto, Libia, Sudán...
Mi pregunta es ¿qué hace Europa? Porque yo no he visto que haya ido alguien a decir "Señores, esto no puede seguir así, no se puede tolerar la vulneración de los derechos humanos".
Mucho "hablar" (nótese el sarcasmo, pues lo único que parecen hacer los políticos es insultarse entre ellos) y poco actuar. Nadie hace nada.

Sinceramente, ver la noticias no favore el aumento de moral; más bien al contrario.

Quiero dejar de reflexionar, de pensar. Ahora quiero descansar. Mañana volveré a estudiar; otra vez.

viernes, 18 de febrero de 2011

Mis dudas sobre... Cualquier cosa

Ya ha pasado una semana. ¿Qué es lo que he hecho? Resúmenes, estudiar, no ver la luz del sol... Y todo esto, ¿para qué? Para que en el examen de hoy haya fallado. Sí, otra vez. Me he distraido por un momento y aunque he intentado aislarme no lo he conseguido a tiempo. Algunas palabras han desaparecido de mi cabeza, como si una aspiradora las hubiese absorbido. Pastillas para la memoria... Si, un compañero de clase las toma... Y por lo visto también lo hacen unos cuantos más. ¿Funcionarán o servirán tan sólo para darte confianza? No lo sé la verdad, aunque no estaría de más tener un bote en caso de necesidad. (Risas) 
Pero la razón por la que me puesto a escribir no es esta, sino porque parece que todas las preguntas que existen yo contesto con un "no lo sé".
¿Quieres ...?  ¿Te gusta ...? ¿Entiendes ...? No lo sé.
No sé qué estoy haciendo con mi vida. ¿Qué espero? ¿A qué aspiro? Se supone que estoy en el bachiller tecnológico porque quiero hacer arquitectura. Me gusta. Es la única pregunta a la que puedo contestar. Sin embargo, viendo como está la situación actual, no sé si merece la pena gastar seis o siete años de mi vida estudiando una carrera para la que después no vaya a tener trabajo. Yo no estoy en esto para hacerme rica con las estafas mobiliarias, como tantas veces se ha visto en la televisión. No, si sólo me interesase ganar dinero, entonces estudiaría economía, derecho o empresariales. A mi me gusta la arquitectura por el arte, porque se puede utilizar como un medio para expresarse. Odio esos edificios cuadrados, todos iguales, que sólo se diferencian por el color de los ladrillos y el número de pisos (sí, me refiero a los nuestros, en los que vivimos); me gustan los edificios del centro de Madrid, todos distintos y con mill detalles. Me gusta pasear por la calles y mirar hacia arriba para descubrir nuevos elementos que antes no había visto.
Otro de los obstáculos que me frena a estudiar arquitectura es la nota de corte. Es bastante alta y no sé si llegaré a superarla.
Además, hay muchísimas otras carreras, y si quiero que me sirvan los conocimientos de ciencias, siempre puedo hacer una ingeniería. Las hay para todos los gustos, pero de las que más me llaman la atención (aeroespacial y aeronaútica) también las notas de corte son altas. Otra opción es hacer telecomunicaciones, que hoy en día la veo con muchas salidas, pero no sé si me iba a gustar. Es todo demasiado técnico y, aunque me gusta entender la electrónica, me cuesta bastante.
Y todavía tengo más donde elegir. Desde pequeña me ha gustado la Historia. Sí, es un poco extraño; estoy en ciencias y resulta que se me dan mejor las letras. Ya, es que soy así, soy capaz de llevarme la contraria hasta a mí misma. Si estudiase Historia, no creo que tuviera muchos problemas para encontrar trabajo después. En ese campo parece que la situación económica actual no se ha hecho muy patente. Aunque sinceramente, no sé cual es el trabajo real de un historiador. Conozco a algunos que han terminado trabajando en empresas, que no tenían nada que ver con la Historia, o en bancos. Otra opción es ser profesor: estresarte con las oposiciones y conseguir una plaza en un instituto, difícil en Madrid.
Por último, no me puedo olvidar de Bellas Artes. Me encanta dibujar desde que tengo memoria. Sabía hacer casas y personas con todo detalle mucho antes de escribir, e incluso gané algunos concursos de dibujo. Al igual que la arquitectura, la pintura es otro medio de expresión. También me gusta la fotografía, aunque éste es un hallazgo reciente. Si de pintura me falta muchísimo por aprender, de fotografía aún más.
En fin... Estas son mis reflexiones sobre los estudios. No sé qué hacer.
Pero las dudas no terminan aquí, oh no, eso sería demasiado fácil y a mí me gustan los retos. En los otros planos de mi vida tampoco sé que hacer. Lo complicado se podría arreglar con unas simples palabras, y lo fácil cada vez se hace más grande. No lo entiendo. Si sigo escribiendo voy a terminar hablando sobre la sinrazón de la existencia, como la Generación del 98.
"El pesimismo y la falta de fe en el racionalismo deriva en la angustia existencial".
Qué sencillo sería permancer ignorantes de todo y vivir como lo hace el resto de la naturaleza; sin preocupaciones, sin emociones, sin sentimientos... Aurea mediocritas. Para los que no tienen ideas es posible ser feliz. Cuidado, amigo, si las tienes y piensas demasiado.